“Nueva Normalidad” y la afectación para las familias

Durante la “nueva normalidad”, para bien y para mal, está ocurriendo que existe una enorme -y única- oportunidad para que padres e hijos se conozcan desde ángulos distintos a los habituales. Lo primero es que los padres han tenido que adoptar roles que no solían ejercer, o por lo menos, que no solían ejercer de una manera tan intensiva y tan directa: ahora además de padres, literalmente son maestros, psicólogos, gestores del tiempo de sus hijos, nutriólogos, motivadores, pediatras, incluso han tenido que explicar la enfermedad y la muerte de seres queridos… Y además lo han hecho de un día para otro, y sin previa capacitación. Esto ha sido demasiado. Complicado aún con padres o con familias, que más o menos tenían algún grado de armonía y de estabilidad emocionales previas a la pandemia. 

Es difícil imaginar el escenario para familias con conflictos crónicos muy anteriores, o con integrantes que tienen alguna enfermedad mental, o con una desregulación emocional importante, ya desde antes de las medidas de aislamiento. También está el especialísimo caso de las familias que han sufrido algún contagio, un fallecimiento (o más de uno). Estas familias sí han vivido momentos muy difíciles, y desde esa perspectiva la cuarentena se ha convertido casi en una tortura, y en motivo de desasosiego, y aún de peligro, como se ha detectado en las llamadas a los servicios de emergencia por violencia familiar. 

En estos casos, desde luego que se indica la intervención de algún profesional de la salud mental, para ayudar a estas familias. Pero, si después de un periodo de adaptación, los padres, como ha sucedido en la mayoría de los casos, han logrado encontrar rutinas, han descubierto nuevas formas de comunicarse con sus hijos, han conseguido acuerdos y maneras de fomentar la cooperación, y con su ejemplo, no han dejado de ser personas, es decir: no perfectos, sino con fallos, pero con capacidad de reconocerlos y de aprender sobre la marcha, entonces esos padres han cumplido con la principal actividad que tienen que hacer en estos momentos de crisis: sobrevivir, en compañía de los suyos, sin heridas emocionales graves.

La psicoterapia infantil, históricamente tuvo sus orígenes cuando por motivos bélicos, el gobierno inglés decidió separar a los niños de sus hogares, puesto que estaban siendo bombardeados. Los llevaron a granjas en pueblos de provincia, lejos de objetivos militares (y de sus padres), y los pusieron al cuidado de maestros, médicos, psicólogos, etc. Ahí, estos profesionales del cuidado infantil tuvieron un duro aprendizaje, pero también tuvieron una oportunidad inmejorable de observar el desarrollo de los niños. Se concluyó que el papel de los padres es insustituible. Nadie puede hacer el trabajo mejor que ellos. 

Pero hay que ayudarles. Y para ello se diseñaron técnicas, terapias y métodos. Es cierto también, que ningún padre empieza de cero. Aún las personas que han sido huérfanas, y que han crecido para convertirse en padres, tuvieron figuras paternas sustitutas, o presencias de algunos adultos que los ayudaron buena o malamente a lo largo de su desarrollo, y que les dieron ejemplo. Así que nadie empieza de cero. Algunos han tenido la mala fortuna de empezar de menos de cero, con figuras paternas y maternas violentas, o emocionalmente ausentes o abandonadoras, y aún así, con enorme generosidad y amor, han podido decidir tener hijos, y darles una paternidad diferente a la que ellos sufrieron.

“Nueva Normalidad” y la afectación para las familias

Realmente, a ser padre o madre se aprende: se va aprendiendo. Las mamás y los papás de hoy en día harían bien en serenarse, y en frenar tantos consejos (de buena o mala voluntad), tanta información mediática sobre la paternidad (de mayor o menor calidad), y confiar en sí mismos, en su amor, en sus instintos, y en su sentido común. Los niños no necesitan tener súper padres, necesitan a padres suficientemente buenos, que estén pendientes de ellos, pero sin caer en los extremos de la indiferencia ni de la sobreprotección. Padres e hijos se educan a sí mismos, entre ellos, si hay disposición y serenidad en el ambiente familiar. Afortunadamente, los hijos son excelentes maestros, y muy pacientes también.

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