Los padres de familia pueden estar al pendiente de reacciones diferentes, poco usuales en sus hijos. Lo “nuevo”, lo que se sale de las reacciones emocionales habituales de los niños, es lo que nos proporciona las señales de que hay algo que posiblemente no esté marchando bien: si el menor suele tener un determinado tipo de reacciones, es decir, si habitualmente está en su carácter, en su temperamento habitual, es decir, si normalmente es sentimental, es activo, le gusta tener cierto tipo de rituales, le gustan ciertos cuentos, o ciertos juegos, o ciertas comidas, etc., pero de repente cambia, si muestra alteraciones súbitas, aparentemente inmotivadas, desconcertantes, ése es justo el momento en que los padres pueden suponer que algo “nuevo” está inquietando a la niña o al niño.
Aquí lo importante es que los padres tengan un conocimiento suficientemente bueno de su hijo, es decir: si han estado cerca, si realmente lo conocen, entonces no tendrán problemas en identificar sus inquietudes, y en sintonizar con las preocupaciones de sus hijos. Los problemas surgen cuando padres e hijos creen conocerse, pero en realidad, no están sintonizados.
Las y los niños, independientemente de su edad, responden mejor si entienden por qué y para qué es útil, para ellos, el lavarse las manos, el cubrebocas, etc. Si hay que protegerse sólo porque mamá y papá lo quieren, esto cabe dentro del capricho y de la vigilancia externa (si no están mamá y papá, no hay que hacerlo). Pero si hay que protegerse porque es bueno para el niño, porque el niño sabeque esto sirve para que se sienta bien, para que no se enferme y pueda jugar, es decir: si los niños comprendenpor qué hay que cuidarse, generalmente entenderán mejor que las medidas son permanentes, y que son importantes en cualquier contexto, ya sea en presencia o ausencia de los padres.
Los padres tendrían que hacer consciencia de que tienen que ayudar a sus hijos a resolver sus conflictos, pero sin resolverlos por ellos. Me parece que uno de los mejores regalos que los padres pueden hacerles a los niños es respetar y fomentar su autonomía, su iniciativa, y el punto de vista personal que tienen de las cosas. Desde luego que los niños dependen de sus padres, esto ya lo hemos establecido, pero el niño está aprendiendo a ser una persona sensata, madura y consciente, es decir: la verdadera tarea del niño consiste en convertirse en un individuo con criterio, con capacidad de ejercer su autonomía y sus decisiones propias. Ahora, esto se aprende, se fomenta, se alienta: los padres pueden ayudar a sus hijos, dejándoles hacer, siguiéndoles de cerca, e involucrándose no siempre, sino cuando es verdaderamente más útil para sus hijos.
¿Cómo identificar esos momentos? Ahí está el verdadero arte de ser padres. Conocer a sus hijos, es saber cuándo ayudarles, y cuándo dejarles a ellos mismos la iniciativa para ir entendiéndose con el mundo y con sus obstáculos. Por ejemplo, retomando la pregunta anterior: las alteraciones del estado de ánimo de los niños ocurren cuando hay factores potenciales de riesgo, que no están sabiendo manejar emocionalmente. La labor de los padres, primero, es identificar estos factores, y luego ayudarles a sus hijos a elaborar sus estados emocionales, a enfrentar, por ellos mismos, sus ansiedades y sus miedos. Los padres se apresuran demasiado a erradicar las fuentes de inquietud, y no dejan, muchas veces, que los niños tengan ocasión de aprender y madurar.
En esta coyuntura específica de la pandemia, por ejemplo, si los padres no han entendido en su cabalidad y en sus ramificaciones toda la dimensión del problema de salud pública, en sus diversos escenarios, será difícil que sus hijos tengan buenas conductas de auto-cuidado, y de seguridad personal. Si los padres están más angustiados de lo que corresponde, si se sienten rebasados por la cuarentena, si están deprimidos o ansiosos ellos mismos, no podrán ayudarles a sus hijos a comprender la situación, y a responder de una manera eficaz, serena y adecuada.
Desde luego, estos tiempos son realmente difíciles: la incertidumbre, la economía, los problemas personales, existen y son reales. Pero estos son problemas de los adultos, y ellos son los encargados de resolverlos desde una perspectiva adulta. Si los padres se sienten agobiados y rebasados, no podrán ayudar mucho a sus hijos. Y así, las y los niños repetirán las respuestas inadecuadas de los adultos que supuestamente deberían cuidarlos: los niños serán violentos, erráticos, melancólicos, impulsivos, ansiosos, se harán adictos a videojuegos para negar una realidad, o se aislarán dentro de sí mismos, si es eso lo que ven en casa.